Como pez en el agua

Unsplash by Rachel Paprocki

Me contaron en una ocasión que, en un pueblo cercano a Navarra y allá por los años ochenta, comentaba alguien ante el fallecimiento de un lugareño: «No somos nada…». A lo que otro respondió con rapidez: «¡No serás tú, que yo soy teniente de alcalde!». Desconozco la autenticidad del diálogo y ocurrencia.

Sí que hay algo que viví personalmente siendo consejero y, precisamente, a la salida de un funeral. 

Acabada la misa, cuando me disponía a abandonar la iglesia, me abordó la que se me presentó como madre de… llamémosle Pablo.

Éste era un simpático adolescente a quien yo había tenido la fortuna de conocer personalmente.

Pablo era un joven voluntarioso y alegre, con determinada discapacidad y necesidades educativas especiales. Junto con su familia, nos habíamos ocupado de su progreso personal y académico escolarizándolo en un PCPIE (Programa de Cualificación Profesional Inicial Especial). Si a los ajenos al ámbito docente os pica la curiosidad sobre el acrónimo, os invito a recabar información adicional en Google. A mí, lo de PCPIE también me sonó a chino la primera vez…

El caso es que la madre de Pablo se me acercó y, tras presentarse, me dijo emocionada: “Vengo a darle las gracias porque le han cambiado la vida a mi hijo; y con él, a toda nuestra familia”.

Pablo, concluida su etapa de formación, había conseguido un trabajo y estaba como pez en el agua.

¿Quieres saber qué pensé? Simple y llanamente: “Con esto me doy por pagado de cualquier sacrificio, reto o esfuerzo que haya afrontado o deba encarar en los cuatro años de mi mandato”.

Vamos, que salí del funeral… más contento que unas castañuelas. ¡Qué alegría por Pablo y los suyos! Y por todas las personas que hasta entonces se habían volcado con él…

Cuando pensaba en este chico (hay más de cien mil alumnos en la comunidad educativa no universitaria y Pablo era solo uno de ellos) me acordé de la historia de la estrella de mar. No sé si la conoces.

Contaba alguien que, caminando por la playa, un día reparó en un joven que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez. Al acercarse hacia el chaval, pudo comprobar que lo que éste agarraba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena y, una a una, las devolvía de nuevo al agua. Al preguntarle por qué lo hacía, el joven respondió: “Estoy devolviendo estas estrellas marinas de nuevo al océano. La marea está baja y las pobres se han quedado en la orilla. Si no las lanzo al mar, morirán”.

“Ya”, le dijo el primero. “… Pero ¡debe de haber miles de estrellas de mar sobre la playa! No puedes lanzarlas todas; son demasiadas; quizás no te des cuenta de que esto sucede, probablemente, en cientos de playas a lo largo de toda la costa… ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?”.

El joven sonrió, se inclinó, tomó otra estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar respondió: ¡Para ésta sí lo tuvo!”.

Pablo fue una de nuestras estrellas de mar en la arena. Nos preocupan todas. Las queremos a todas. Pero debemos ocuparnos especialmente de aquellas que viven una situación más compleja.

Cuando hablo de esto, pienso en la labor ingente, en los retos que nos quedan por abordar en nuestra sociedad y… me acuerdo:

  • Del epitafio de la tumba de aquel obispo anglicano del que te hablé en mi post “¡Feliz Navidad… para siempre!”. Te lo adjunto en este enlace. Hay que empezar por cambiarse a sí mismo si queremos «cambiar el mundo»… 

  • O recuerdo ese otro post “¿Eres tú una anciana polaca?” en el que también pongo en valor las actitudes individuales (enlace).

  • O ése de que “Las buenas noticias dependen de ti”. Sí, de ti (enlace).

  • O, por señalar uno bien reciente, el de “3 lecciones al consejero de Educación” (enlace).

A veces no nos damos cuenta -o sí- de la importancia de que, en la vida ordinaria, cada uno hagamos aquellas cosas concretas que debamos. Y tomemos aquellas decisiones personales o profesionales que entendamos nos ayudan a crecer y cooperan a hacer un entorno mejor. Por más que el reto «macro» de «transformar el mundo» nos parezca inconmensurable. Sin embargo, es vital que en casa, en el trabajo, allá donde estemos, ofrezcamos una sonrisa, tendamos la mano, digamos una palabra de aliento, arrimemos el hombro… Podría parecer poca cosa -«micro»- pero algunos pequeños actos, gestos, palabras… pueden cambiar (lo sepa uno o no) el día que ha tenido quien los recibe. Y en ocasiones, bastante más que eso.

Decía la Madre Teresa de Calcuta: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota”. 

Cuando pienso en Pablo, en esa gota en el mar… me siento feliz. Me consta que él y los suyos también lo están. Sus ojos brillan como estrellas… en la inmensidad.

15 comentarios en “Como pez en el agua

  1. Al leer esta entrada me he quedado impactada. De todas y cada una de ellas que has escrito, me llama atención diferentes aspectos y he de decirte que de ésta destacaría que me ha parecido entrañable, humana, profunda, cálida donde las haya, animante para aquellas personas que en su vida son o pueden ser estrellas de mar cuyas olas las llevan a la arena a la espera de que alguien como familia, maestros, etc. las envíe al mar. ¡PRECIOSA! Gracias por darnos la oportunidad de leer todas estas cosas que describes en tu entrada.

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    • Muchas gracias por tus palabras, Begoña. Lo más importante de la entrada es que describe hechos reales. Y te aseguro que devolver una estrella al agua te hace sentirte mejor. No podemos permitirnos el lujo de que se nos queden estrellas en la arena. Labores como la de la asociación de la cual eres vicepresidenta son, en ese sentido, impagables. Eso sí que son realidades tangibles, se cuenten o no en un blog (que un día lo contaré!).
      Un abrazo a Pedro y otro para ti y muchas gracias de nuevo por todo ese gran apoyo.

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  2. Maravilloso!!! Sé que la ayuda o el estímulo que has podido brindar a «Pablo» mientras eras consejero ha sido sólo un granito de arena que ha movido al agua un pez con ganas y voluntad de deslumbrar es en el océano de la vida…
    El placer de haber aportado tu granito de arena a una persona o a una causa, estoy segura de que te ha sido tan grande como la ilusión de en su día haber logrado por tus inquietudes y valía haber llegado a ser un consejero al que há estado ahí potenciando ilusión a la vida de tantos jóvenes con tus proyectos. Muchos peces en distintas aguas…

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    • Muchas gracias por tu comentario, por tu aportación, por tus palabras, Marcí. Me alegro de que te haya gustado. Todos hemos devuelto, de una u otra manera, estrellas al mar. Y todos hemos sido en alguna ocasión estrellas en la playa que alguien ha devuelto, con su ayuda, al océano. Un saludo muy cordial

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  3. Gracias por tus palabras para la Fundación Iniciativa Social en la que desde hace once años trabajamos desde el Patronato para hacer posible que las familias puedan llevar a sus hijos a centros educativos con un ideario cristiano, dentro del marco de libertad de enseñanza.

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    • Muchas gracias a ti, Begoña, y a la Fundación Iniciativa Social. Muchas familias pueden elegir el centro que desean para sus hijos por vuestra ayuda y apoyo… Con ello facilitáis la igualdad de oportunidades a la hora de elegir centro, en este caso uno con raíces e ideario cristiano. Un saludo cordial

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  4. Fantástica entrada. Me he quedado impresionado con la historia de las estrellas de mar. Un ejemplo a seguir en esta vida. Quiero aprovechar y agradecer a Begoña San Martín por descubrirme este blog. Un abrazo, José Iribas.

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  5. Las ocurrencias de los ciudadanos pueden salvar una estrella de mar, o la depresion de un amigo. Las ocurrencias de los politicos pueden arruinar la economia de un pais y ocasionar desaucios, depresiones… Y encima los votamos, los pagamos y hasta los adulamos… ¡Que triste, no?

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    • No creo que sea una ocurrencia lo que salve a un amigo de la depresión, lo otro es generalizar y pienso que ni todas las personas somos iguales ni todos los políticos lo son. Aunque el panorama que vivimos no sea precisamente muy alentador. Ello ha de hacernos sacar lo mejor de cada uno. Eso, nuestra actitud diaria, depende de nosotros. Víktor Flankl dixit. Y yo lo creo.

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  6. José, qué alegría me ha dado que rescates este post!!! (Esto que sirva para confirmar la importancia de ir difundiendo constantemente los más antiguos). Me ha encantado y no sabes la paz que me ha dado. Llena de sentido muchas jornadas de trabajo en las que el cansancio te hace sentir que no merece la pena tanto esfuerzo… Como bien nos explicaba la madre Teresa, a pesar de que producimos una gota, nuestro mar sería menos sin ella. ¡Qué gran tentación es el automenosprecio! No hay que sucumbir… «Pon un Pablo en tu vida» y todo tiene sentido.

    La historia de la playa, ha sido el broche de oro. Voy a ponerla en mi despacho para recordar que todos mis desvelos merecen la pena si consiguen devolver al mar todas las estrellas que me encuentre. Para ellas SÍ TIENE SENTIDO.

    Excelente post José. No puedo estar más agradecida.

    Un abrazo enorme
    Natalia

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    • Muchísimas gracias a ti, Natalia. Da mucho ánimo saber que lo que escribes, puede servir a quienes lo lean. Comparto tus reflexiones: no podemos arreglar el mundo entero, pero cada uno puede ocuparse lo mejor que sepa de su “parcela”. Tienes motivos más que sobrados para evitar la tentación del automenosprecio. Eres experta en querermejor.com
      Ah! Y ya sabes que hay que quererse a uno mismo tanto (y por ello no menos) como al prójimo.
      Un abrazo muy fuerte para ti y todos los tuyos. Feliz domingo!

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