‘Melancolía europea’, por Pedro Paricio Aucejo

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Ocurrió a la sombra de un algarrobo. Cerca de él discurría tranquilo el río Palancia a su paso por Navajas. Hace de ello más de treinta años. Fue en la mañana de un sábado primaveral cuando decidí preparar allí mis clases, en lugar de hacerlo en casa. Tenía ante mí las Lecciones sobre la Filosofía de la historia universal de Hegel (1770-1831). Por una misteriosa alquimia anímica cuya dinámica ignoro, a diferencia de lo sucedido con su lectura en ocasiones anteriores, encontré entonces la fecunda sensación reveladora que me mostró desde aquel instante dicha obra.

Fue la apertura de un horizonte en el que se me ofrecía la magia de una vida social cuya visión llevaba a percibir al individuo como sujeto sociológico antes que psíquico, de modo que aquél  –en expresión orteguiana– «no puede decir dónde empieza lo suyo propio y dónde termina lo que de él es materia social. Ideas, emociones, normas que en nosotros actúan, son, en su mayor número, hilos sociales que pasan por nosotros y que ni nacieron en nosotros ni pueden ser dichos de nuestra propiedad”.

Desde el momento en que quedó entreabierto para mí este nuevo mundo, me sentí intelectual, académica y pedagógicamente atraído, durante más de un quinquenio, por la ´llamada de Europa`, es decir, por el vasto proceso que –iniciado hace centurias por innumerables literatos, filósofos, políticos, juristas y demás pensadores– fue tras la búsqueda de la unidad del continente, hasta configurar la realidad política de la actual Unión Europea como entidad supranacional de nuevo cuño.

Ésta, como proceso de integración surgido hace siete décadas,  presenta el logro de un innovador diseño de paz y convivencia política entre pueblos tradicionalmente enfrentados, hasta el punto de llegar a destrozarse en el transcurso de dos largas guerras mundiales. Ese objetivo no es el resultado –por primera vez en la historia de nuestro continente– de la hegemonía militar o política de una potencia dominante, sino el fruto de una progresiva puesta en común de intereses nacionales distintos. Ello ha supuesto el establecimiento de comunes vínculos políticos, sociales y económicos con honda repercusión en la vida cotidiana de su ciudadanía. Gracias a dichos nexos se puede considerar positivo el balance general de varias décadas de esforzada integración.

Sin embargo, en la actualidad son abundantes las deficiencias acumuladas en la andadura comunitaria. Aunque la historia del proyecto europeo ha estado trufada de constantes crisis, en estos momentos su fragilidad va en aumento. La corrección política de sus oligárquicos poderes globalistas y la carencia del adecuado liderazgo de sus dirigentes transmiten la imagen de una Unión que, instalada en su zona de confort y bajo el fastuoso armazón de parque temático de sí misma, funciona –en su entorno internacional más inmediato– con el desasosiego propio de una sociedad de socorros mutuos. La debilidad de su andamiaje se ha ido agudizando a causa de la proliferación de llamativas grietas: continuos flujos de emigrantes y refugiados, terrorismo yihadista, crisis demográfica y multicultural, neopopulismos y neonacionalismos, ´brexit`, guerra en Ucrania…

A la necesidad de apagar estos fuegos se añade el fragor de su permanente hoguera interior, alimentada por la intrínseca dificultad de la gobernanza de la Unión, la indeterminación identitaria de su diseño, la compleja inteligibilidad de su naturaleza política, la desafección de su ciudadanía, la insolidaridad económica y social, la confusión ideológica y moral, la anulación de toda contestación que atente contra los intereses de la ortodoxia de la organización dominante…

Estas fisuras comunitarias generan ansiedad entre millones de europeos –preocupados por la forma en que se están manejando sus asuntos–, pero también han acabado por transmitir una suerte de melancolía entre algunos representantes de su clase política. Unos y otros son conscientes de que para edificar sobre sólidas bases la Unión Europea del futuro no basta apoyarse en los volátiles intereses de una política orientada especialmente a la consecución de meros logros inmediatos.

Superada la fase de la eficacia funcional de la Comunidad en muchos ámbitos y de su instalación en la vanguardia mundial de la opulencia, lo que urge ahora es encontrar su rostro humano, poniendo así el vigor de sus instituciones al servicio de las personas y de su misión en este mundo. 

8 comentarios en “‘Melancolía europea’, por Pedro Paricio Aucejo

  1. A raíz de la preparación de un tema de Filosofía, en contacto directo con la Naturaleza, el autor alcanza una lúcida visión sobre cómo se fue gestando la unión europea; los problemas que han surgido; y la dificultad y/o el acierto al irlos resolviendo; y, todo ello, muy bien pergeñado.
    Desde aquí, le agradecemos la detallada enumeración de estos hechos y le sugerimos continuar la línea iniciada.

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