
No conocía a CJ Stander, fornido jugador internacional de rugby.
Y no es que el tipo no se deje ver… ¡Toparte con él puede ser como chocar con un armario! ¡O contra un iceberg! Y, hablando de icebergs: descubrirle me confirmó que, en esta vida, hay que mirar siempre más allá de lo superficial: en lo profundo suele estar lo profundo. En este caso, lo profundo es la humildad y prioridades vitales de CJ.
Me interesé por él cuando me enseñaron una ‘jugada’ suya. Fue en un Escocia-Irlanda. Hizo algo de forma tan discreta y servicial que, precisamente por ello, me llamó la atención. Más, en estos tiempos en que abundan los personajes ahuecados.
Déjame que te cuente
Vi a este hombretón, tercer línea de su selección, con la que ya ha jugado medio centenar de partidos. En un momento dado, se puso en cuclillas; estaba tras las espaldas de los segundos líneas de su equipo, que no podían verle. Sus compañeros, de rodillas, se preparaban para emprender una jugada. Sin que se pudieran percatar de ello, CJ les iba limpiando las suelas de sus botas: arrancándoles el barro con los dedos. Que los tacos de las botas estén limpios es un pequeño… pero importante detalle para poder empujar bien en las melés.
Un deportista consagrado, arrancando el barro incrustado entre los tacos de las botas de otros, que ni lo veían. ¡Ni agradecido ni pagado! ¡Y todo pensando en los intereses de sus colores nacionales! El estadio no era un hemiciclo… Está claro.
Me vino a la cabeza la de veces que una madre, un padre, se sacrifican por sus pequeños sin que estos lo sepan; sin contárnoslo (todos hemos sido hijos); sin exhibirlo; sin buscar ni aplausos ni agradecimientos. A veces… con incomprensión. O peor.
Pequeños detalles muestran grandes personas, personas de bien. Así que me sentí atraído por el personaje y me puse a investigar…
CJ acababa de anunciar de forma sorprendente su decisión de colgar las botas. El jugador, de origen sudafricano, todo un símbolo para Irlanda, se retiraba, con 30 años, para centrarse en su familia. ¡Cuando estaba en lo mejor de su carrera!
Aquí está su explicación: “Durante el confinamiento hice balance de lo que realmente es importante en mi vida. Mi fe, mi familia y este increíble deporte que llevo jugando desde que tenía 6 años, encabezaban la lista. Sin embargo, mi compromiso con el rugby ha empezado a afectar de forma injusta a mi familia que, durante los últimos 25 años, ha hecho importantes sacrificios tanto aquí como en Sudáfrica para que pudiera vivir este sueño”. Y se dijo: hasta aquí hemos llegado.
“No estoy triste por mi decisión. He tenido una carrera plena y no cambiaría absolutamente nada de lo que he vivido. He jugado 50 partidos con Irlanda… Siempre he sido consciente de que solo lo conseguiría con trabajo duro, devoción y una base de relaciones auténticas”, explicaba el jugador. “Y… siempre he tenido claro que quería que mi hija Everli pudiera crecer cerca de su familia en Sudáfrica”, concluyó.
No ha sido porque no le hayan intentado persuadir para que continúe en la élite del deporte…
Pero CJ ha priorizado. Priorizar es elegir. Y elegir es renunciar. Renunciar a algo, a veces bueno, incluso muy bueno, por algo más importante; mejor.
CJ lo ha tenido claro: Su fe y su familia encabezan su lista de prioridades. Y actúa en consecuencia: con coherencia y alegría. No es banal lo que descarta…
Y tú y yo ¿ponemos -con hechos- primero lo primero? ¿O más de una vez, y de dos, gastamos la vida desatendiendo lo importante y matando el tiempo (literal) distrayéndonos o desviándonos de aquello que debe ser nuestro propósito vital?
¡Enfoquémonos! ¡Fuera el barro de las botas y… a por ello!
Nota: Este artículo fue publicado en la revista mensual Mundo Cristiano. Deberías probar a comprarla. Aunque sea una vez. Repetirás. Un abrazo.
¿Te animas a difundir? Harás bien. ¡Muchas gracias!
Que gran lección de vida… Nos hacen falta más lecciones como está, pero sobre todo aprenderlas y ponerlas en práctica…
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Así es. Como decía San Francisco de Asís: Predica el Evangelio todos los días. Y si fuere necesario utiliza las palabras.
Obras son amores. O… una acción, la mejor lección.
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