Tirar por la ventana la bolsa de oro

Tirar por la ventana la bolsa de oro -pensaba Francisco- es cosa fácil. Recibir sin pestañear treinta y nueve azotes es bastante fácil. Caminar hasta la otra parte del mundo a pie y descalzo, azotado por los vientos y pisando la nieve, es cosa relativamente sencilla. Y con la ayuda del Señor, hasta es factible entregar el cuerpo a las llamas o a la espada, ofrecer la cerviz a la cimitarra, ser torturado en el potro o arrastrado por los caballos o devorado por las fieras, incluso besar en la boca a un leproso… Pero mantenerse en la calma cuando aparece el monigote del ridículo, no perturbarse cuando le arrastran a uno por el suelo la túnica del prestigio, no ruborizarse cuando se es vilipendiado, no tiritar cuando a uno lo desnudan del nombre social y de la fama…, todo es humanamente imposible, o es un milagro patente de la misericordia de Dios.

No sé si conocías el texto. O si has imaginado, amigo lector de Dame tres minutos, quién es el tal Francisco cuyas reflexiones dan inicio a este post.

Si dices que el de Asís, así es. Es así.

Estos días estoy leyendo –degustando- un libro de Ignacio Larrañaga. Su título: El Hermano de Asís. La editorial: San Pablo.

¿Habrá a quien le llame la atención que me sumerja en estos mundos?

No. Al menos, no a todos. Muchos ya sabéis que me he incorporado a un proyecto profesional ilusionante en una fundación educativa franciscana. El planteamiento que me hicieron se alinea con mi propósito de vida. Y, si nunca debes obviar eso, en este momento vital -cuando uno ya ha criado prácticamente a sus hijos-, puede ser aún más sencillo hacerlo. Naturalmente, siempre de acuerdo con la media naranja.

Por otra parte, soy de los que cuando me propongo nuevos retos, me entrego a fondo: era necesario, pues, conocer en detalle la figura de Francisco de Asís. Y ya voy por el segundo libro…

Un simple aperitivo

Pero, ¿por qué te traigo estos concretos párrafos -y otros que vendrán?

Porque me gusta compartir contigo -a modo de aperitivo- algo que considero bueno. Y porque creo que la vida de este santo sigue interpelándonos hoy. A ti. A mí.

Aunque en el planeta que habitamos hay muchos pequeños grandes seres humanos -la mayoría desconocidos-, vivimos también en un mundo mediático -y mediatizado- por “gallos”. Son quizás los menos, pero meten mucho ruido. Un mundo de luchas por el poder -ese que a veces algunos pretenden disfrazar de servicio público. Un mundo de rankings; de marcas y máscaras; de competitividad. De apariencias, más que de esencias; de tener, más que de ser.

Me parecía bueno que, en este sentido, te hablase –directamente al corazón- quien quiso vaciarse de todo para poder llenarse de Dios; de ese Dios al que encontraba cotidiana y fácilmente, también en sus creaturas, el santo de Asís.

El mismo hombre que quiso aligerar su mochila de todo lo superfluo: ¿qué no lo era para él? Recuerda que afirmaba: Necesito pocas cosas. Y las pocas que necesito las necesito poco.

Francisco deseaba caminar libre de pesos y ataduras hacia su meta… Sin egos ni recargadas vestimentas; sin vanidades fatuas; sin miedos, sin complejos. No era cosa sencilla –ni entonces ni hoy- ser, precisamente, sencillo; humilde ante la permanente tentación del orgullo, de la autosuficiencia.

Siglo tras siglo, se da esta realidad: la misma sobre la que reflexionaba el pobre de Asís:

El hombre se identifica fácilmente con su imagen como si fuera su sombra. Casi inevitablemente la persona y la figura se confunden en una simbiosis indisoluble. Herido el hombre en su figura -se decía a sí mismo- se siente también herido en su esfera personal… Este va a ser el escollo más difícil de salvar: la humildad, el supremo don de la humildad.
… Es el miedo al ridículo –pensó-; el eterno problema de la imagen social.

Han pasado, sí, cientos de años. Han cambiado muchas cosas. Pero no el ser humano, ni su actitud hacia la vida.

Hoy quería escribirte; pero creía –y lo sigo pensando- que era bueno que fueran las propias palabras del santo de Asís las que protagonizasen el post.

Quizás para invitarte a saborear, conmigo, el libro.

Concluyo: ¿de qué otras cosas nos advertía el Hermano?

“El vestido clasifica, la fama clasifica y la belleza también. ¡Al diablo con todas las clasificaciones! ¿Qué les espera a todos los hijos de Dios que no tienen dinero, belleza, títulos, salud o fama?

¡Siempre lo mismo! … La gente se empequeñece ante los grandes y se engrandece ante los pequeños… Tocan a la puerta, salen a abrir… y en la medida en que sube la alcurnia del visitante, sea por el vestido, la fama o la belleza, en esa misma proporción suben la sonrisa, la ceremonia y la cortesía de los anfitriones. En la medida en que va disminuyendo la categoría del visitante, las gentes van rodando cuesta abajo desde la cordialidad a la frialdad, de la frialdad a la desatención, de la desatención al desdén. ¡Desnudos nos echó el Señor a este mundo! Y no hay categorías. Lo demás son convencionalismos y vestimenta artificial. ¿Cuándo llegará el día en que los hombres valoren la desnuda sustancia de hijos de Dios?

¿Qué gracia tiene amar al amable, venerar al venerable, gustar la belleza de la persona hermosa o arrodillarse ante el campeón? El dinero clasifica, levanta murallas de acero entre hermanos y hermanos…”.

Te dejo pensar, amigo lector. Y me sumo a ello.

Pensar en cómo ser simplemente sencillos; y ocuparnos de quienes más lo precisan; en cómo cuidar al otro, romper barreras y tender puentes. Cómo acercarnos y abrazarnos entre nosotros, en lugar de distanciarnos. Cómo dejar de centrarnos en nuestro ombligo y mirar al prójimo y al horizonte, abiertamente, desde una actitud afable, acogedora…

Pensar en cómo dejamos de querer tener, de querer subir, de querer estar y pasamos a querer ser. Ser para servir. ¿De qué sirve otra cosa?

Cuando, fatuos, nos estiramos, nos empeñamos en engrandecernos, acaba ocurriéndonos lo que Miguel de Unamuno expresaba: lo que, más bien, imploraba:

Agranda la puerta, Padre,

porque no puedo pasar;

la hiciste para los niños,

yo he crecido a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,

achícame, por piedad;

vuélveme a la edad aquella

en que vivir es soñar.

Ojalá sepamos ser humildes –humillarnos, achicarnos.

Ojalá busquemos empequeñecernos, ocultarnos, en esta sociedad inflada, ávida de protagonismos que son pura cáscara o disfraz; para el papel couché.

Ojalá recordemos lo de que, en la vida como en el ajedrez, al finalizar la partida, el rey y el peón vuelven a la misma caja.

La vida vuela. De ahí la importancia de darle cuanto antes un sentido; un propósito.

¡Uno positivo, trascendente; entregado; lleno de apertura al otro, desde la verdadera alegría!

¿Cómo?

Me vienen a la cabeza las recetas que a Emilio le ofrecía su padre en La última carta: ante la muerte, ante la vida.

Ahí –en lograr, cada día, lo que plantea ese breve manuscrito- puede estar la clave: la verdaderamente humana. La que vale.

Nota.- Si crees que este post puede ayudar a alguien, por favor, difúndelo.

¡Muchas gracias en cualquier caso!

14 comentarios en “Tirar por la ventana la bolsa de oro

  1. Grande Francisco, y grandes los que, yendo a lo esencial de la vida, difundís su mensaje.
    «¡Desnudos nos echó el Señor a este mundo! Y no hay categorías. Lo demás son convencionalismos y vestimenta artificial.» ¡Qué gran verdad!
    Todo un reto, desnudarnos de lo superfluo, en lo que muchas veces, incluso inconscientemente, basamos nuestra vida, para encontrarnos con el gran tesoro (prestado) que es nuestro yo profundo en comunión profunda con el resto de la Naturaleza, especialmente las personas, y más especialmente las «prój(x)imas.
    ¡MUCHAS GRACIAS, JOSÉ!

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  2. Solo Dios Es.Darse cuenta de eso resuelve la cuestión de raíz.
    Nuestro ego es solo un malentendido.
    Dejemos de hacer el ridículo con esos aires de importancia o de dignidad ofendida.

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  3. Agradezco a Dios que me lo ha hecho entender.
    Es que darse cuenta de algo tan simple hace que te sientas liviano y que todo es posible, pero a la vez no sabrías qué pedir o si en realidad hay que intervenir haciendo algo, pues todo parece ya ordenado así como es, como que alguna razón lleva que solo Dios conoce. Y en paz! Y que a la vez el tiempo y espacio son magnitudes hechas a nuestra medida de estar así como ahora somos.Pero en Dios se borran. Algo así, no se si se entiende.

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  4. Buenas tardes José,

    Me alegro mucho de que estés tan ilusionado con tu nuevo proyecto en una fundación educativa franciscana. Personalmente no he leído el libro que citas pero lo apunto en mi lista.

    Sí que quería recomendarte un libro que he leído precioso llamado «Haru» de la argentina Flavia Company. Su lectura invita al análisis y reflexión. Como bien dices la sociedad está muy volcada al consumismo y damos más importancia a lo que tenemos que a lo que somos. Creo que leyendo este magnífico libro todo el mundo debería ser consciente que hay otras formas de ver la vida, que debemos cuestionarnos sobre nuestros errores y qué es lo que hemos hecho mal. Bajo mi punto de vista «Haru» es una historia de amor por los maestros, la enseñanza, el conocimiento… Una vez finalizada la lectura nos identificamos con Haru, una de las protagonistas de esta historia, sobre ese camino de aprendizaje. Todos somos Haru. Sin olvidar frases que marcan para siempre al lector por su lenguaje directo. Todo ello para concluir que la vida es un aprendizaje diario.

    Aquí unas citas de dicho libro preciosas:

    «Cada día es una vida entera. Cada día una vida»
    «Solo podemos ser quienes somos si no nos miramos desde fuera»
    «Cada vez que se pierde la atención, se hiere a alguien»
    «Las equivocaciones son como la fuerza del rayo, inevitables. Cuando discernimos entre el bien y el mal y escogemos el mal, no nos equivocamos; la vida nos ofrece la posibilidad de conocernos un poco mejor».

    Espero que sea de tu agrado y del lector.

    Un saludo,

    Norma : )

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    • Muchas gracias, Norma! Siempre comentarios llenos de contenidos. Muchas gracias también por la recomendación. La verdad es que me gustaría leer mucho más de lo que las horas libres me permiten. Pero, precisamente entre otras cosas por eso, es bueno saber elegir y priorizar. A ver si logro acabar, primero, el que aún estoy leyendo. Luego, más.
      Un saludo y feliz domingo!
      José

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  5. Gracias por el articulo, son cachetadas de verdades, el ser y no parecer es mi búsqueda en el dia a dia hacia los propósitos mencionados de francisco. Dame tres minutos, agradecido por convertirlo en una reafirma con del camino que busco.

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    • Quien busca, acaba por encontrar. De hecho, yo creo que ya está encontrando. Mucho buscó y mucho encontró Francisco de Asís. Se desprendió de todo, para ganar Todo.
      Un abrazo

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