‘Entre la poesía y la filosofía’, por Pedro Paricio

La poesía y la filosofía han contribuido históricamente al desarrollo del pensamiento, del lenguaje y de la comunicación humana, si bien lo han hecho de forma diferente. Aunque participan de un análogo magma espiritual de fondo, ambas se distinguen en sus trayectorias intelectuales: entrañan dos tipos diferentes de racionalidad y de actitud ante el mundo. Ello no es óbice para que puedan encarnarse simultáneamente en un mismo sujeto. Así sucedió en Antonio Machado (1875-1939), quien, a pesar de deber la universalidad de su fama a su producción lírica y ser considerado incluso el poeta más representativo de la Generación del 98, cultivó también el teatro y la narrativa.

Ésta –de planteamiento paradójico y rica variedad temática, en la que se mezcla la gravedad con la ironía y la erudición con el intimismo– presenta precisamente trasfondo dialéctico y sabor metafísico. No en balde, su afición por las lecturas filosóficas constituyó un vector decisivo de su trayectoria intelectual. El inicial estudio informal de la filosofía, la amistad personal con Unamuno, su admiración por Ortega, la posterior formación académica recibida de Bergson en su estancia francesa de 1911, la licenciatura en Filosofía y Letras, los cursos de doctorado sin completar y la influencia de Heidegger… condicionaron muchos de sus planteamientos literarios.

La reflexión sobre la España de su tiempo marcó la madurez de su creatividad, arraigada en la introspección existencial, la categorización de lo popular y el compromiso universal con lo humano. Igualmente, el autor de Campos de Castilla dirá de sí mismo que “si algo estudié con ahínco fue más de filosofía que de amena literatura” y de Juan de Mairena (el heterónimo machadiano adoptado para transmitir su pensamiento por medio de un imaginario maestro que habla con sus alumnos) afirmará: “Es mi yo filósofo que nació en épocas de mi juventud”. A su vez, en boca de Mairena contemplamos la trayectoria personal del poeta: “Hay hombres que van de la poética a la filosofía, otros que van de la filosofía a la poética. Lo inevitable es ir de lo uno a lo otro en esto como en todo”.

En la colección de ensayos publicada en 1936 bajo el nombre de este profesor apócrifo se ensalza el talante de búsqueda característico de la filosofía: “Preguntadlo todo como hacen los niños. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro?”. La misma actitud se rastrea en la siguiente opción vital: “El camino vale más que la posada; puestos a elegir entre la verdad y el placer de buscarla, elegimos lo segundo”. E incluso en el escepticismo radical que impregna toda su obra, pues, si bien es cierto que en Machado hay un ansia de trascendencia (era consciente de que sin Dios la existencia del hombre se convierte en algo inútil), nunca emprendió una búsqueda rigurosa de la realidad superior deseada por su corazón, por lo que quedó abocado a una existencial duda melancólica.

A continuación quiero rescatar tres ideas de Mairena válidas para la reflexión en nuestros días. Sobre el pensamiento declaró: “La libre emisión del pensamiento es un problema importante, pero supeditado al de la libertad del pensamiento mismo. Por de pronto, nosotros nos preguntamos si el pensamiento, el de cada uno de nosotros, puede producirse con entera libertad, independientemente de que, luego, se nos permita o no emitirlo. Digámoslo retóricamente: ¿de qué nos serviría la libre emisión de un pensamiento esclavo?”.

Sobre el momento histórico anunció: “Es cierto que estamos abocados a una catástrofe moral de proporciones gigantescas, en la cual sólo queden en pie las virtudes cínicas. Los políticos tendrán que aferrarse a ellas y gobernar con ellas”. Y sobre el momento definitivo manifestó: “El pensar en la muerte se viene soslayando en filosofía. Una filosofía que pretende saltarse el gran barranco, o construir a su borde, tiene algo de artificial y pedante, de insincero, de inhumano y, me atreveré a decirlo, de antifilosófico. Por miedo a la muerte, surgen las baratas filosofías del vivir acéfalo”.

Son ideas que se definen por sí mismas y definen al hombre que las pensó, al  Machado bueno “en el buen sentido de la palabra”, como el propio andaluz –poético y filosófico a la vez– se autodefinió.

4 comentarios en “‘Entre la poesía y la filosofía’, por Pedro Paricio

  1. Gracias, Pedro, por tus magistrales artículos que siempre nos invitan a la reflexión.

    En esta ocasión, escribes sobre dos materias tan próximas como complejas, la Filosofía y la Poesía y las conjugas con acierto trayendo a colación la figura de Don Antonio Machado, cuyas teorías filosóficas puso en boca de su «alter ego» Juan de Mairena.

    De sumo interés, son los tres ejes- que mencionas en la conclusión final-aplicables al ser humano de todos los tiempos y, de este momento, en particular: se defiende la libertad de expresión cuando apenas hay libertad de pensamiento por tantas razones; se niega lo evidente con una contumacia y frialdad que sorprende…

    Don Antonio Machado acude a la Poesía para dejarnos constancia de su sed de Dios, como se comprueba en su conocido poema de «Anoche cuando dormía/soñé ¡bendita ilusión!…» que, al fin, era a Dios a quien tenía dentro de su corazón.

    ¡Nuestra más sincera felicitación, Pedro!

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