‘Galería de coleccionistas’, por Pedro Paricio

Photo by Pixabay on Pexels.com

Es difícil encontrar a alguien que, en su infancia, no haya coleccionado calendarios de bolsillo, banderines, postales o, sobre todo, cromos. En mi generación, éstos arrasaban especialmente en los primeros años de colegio. Tenían una invariable liturgia: comprarlos en el quiosco, cambiar los repetidos, pegarlos en el álbum y, cuando éste se había completado, contemplarlo una y otra vez antes de mostrarlo a nuestros conocidos. Los cromos de fútbol hacían las delicias de la inmensa mayoría. Pero también los denominados Razas humanas, en los que el desconocimiento de las etnias no occidentales absorbía nuestra atención, ávida de exotismo. Por su parte, Vida y color ofrecía el amplio despliegue de seres que pueblan la naturaleza, desde los protozoos a los mamíferos. 

Pero este afán por atesorar ordenadamente objetos de una misma clase, con la pretensión de que perduren en el tiempo, no se reduce a la primera etapa de la vida. ¿Quién, en algún momento de su juventud y madurez, no ha pretendido reunir sellos, monedas o utensilios antiguos? En uno y otro caso, al basarse esta actividad en gustos estrictamente personales, supone una forma de expresión de la identidad del individuo que la desarrolla, teniendo una estrecha relación con su biografía y su estatus cultural y económico.

La variedad de colecciones es tan diversa como la de piezas coleccionables. De todas ellas es el coleccionismo de obras y objetos de arte el que presenta rasgos más selectos, por ser proveedor de buena parte del contenido museístico y por la idiosincrasia de los elementos que lo conforman: belleza, espiritualidad, rareza y valor económico. Pero presenta el inconveniente de que, además de capacidad de apreciación estética, entorno cultural adecuado y vinculación emocional con el mundo del arte, para su adquisición se precisa cierta disponibilidad económica.

De hecho, este tipo de coleccionismo fue, en sus inicios históricos, un privilegio reservado a las grandes fortunas. Sólo posteriormente se pudo acceder a él por parte de otros estratos sociales. Fue el caso de José Camón Aznar (1898-1979), uno de los protagonistas más destacados del escenario humanístico español desde la postguerra civil hasta finales de la década de los años 70 del siglo XX. Este catedrático universitario no fue rico, pero la afición, durante toda su existencia, por el coleccionismo artístico y literario, así como su extraordinaria sensibilidad artística y sus excepcionales conocimientos de historiador y crítico de arte, le permitieron formar un importantísimo acopio de obras, que legó al pueblo de Aragón.

Por ello, en la capital zaragozana se creó en 1979 el Museo e Instituto de Humanidades ´Camón Aznar`, repleto tanto del tesoro artístico de su donación –pintura, escultura, dibujo y artes menores– como de los más de 20.000 volúmenes de la prestigiosa biblioteca personal del insigne profesor. Una buena parte de ella corresponde a publicaciones de su propia autoría, cuya copiosa producción abarca más de cien libros, centenares de folletos (catálogos de exposiciones, prólogos y recensiones de textos) y millares de artículos sobre pintura, escultura, orfebrería y arquitectura.

Esta pasión por el coleccionismo estricto en su versión artística y literaria no quedó a la zaga de otro tipo de coleccionismo –de inexacta formulación por su amplísimo sentido, pero fundamental en cuanto soporte de los anteriores–, el de sus ideas y creencias. Es el de su acopio intelectual y espiritual. Su entusiasta vocación por el conocimiento de variadas áreas del saber (literatura, arte, historia, filosofía o teología, entre otras) le convirtieron en un humanista integral.

Camón Aznar se aprovisionó de un desmedido caudal ideológico y espiritual que tuvo sus fuentes sobre todo en el pensamiento de la generación del 98, Rubén Darío, Ramón Gómez de la Serna, Nietzsche, Cervantes y los grandes maestros de la literatura universal y española, principalmente los del Siglo de Oro. Entre estos últimos merece mención especial la influencia de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús, que conformaron el entramado místico de su dilatada trayectoria intelectual. Dios en San Pablo, El hombre en la tierra, Divina Tragedia o El ser y el espíritu son buenos ejemplos de unas hondas convicciones existenciales que le llevaron a ser consciente de que el mejor coleccionismo es el que busca acumular tesoros para la eternidad.

4 comentarios en “‘Galería de coleccionistas’, por Pedro Paricio

  1. Don José Camón Aznar además de ser un ilustre coleccionista de objetos materiales e inmateriales fue, ante todo, un filántropo, al que le debemos un sincero agradecimiento. Al autor, también, se lo debemos por este interesante artículo que ha publicado. Con él ha conseguido traernos emotivos recuerdos de nuestra adolescencia cuando hacíamos la colección de «Vida y color» intercambiando los «repes», en la puerta del quiosco, para lograr terminarla ¡Qué tiempos aquellos!

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.