‘Revolución epistolar’, por Pedro Paricio

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Me enteré de su existencia cuando se murió. Hasta ese momento desconocí quién había sido el estadounidense Ray Tomlinson (1941-2016). Sin embargo, desde entonces, le quedé por siempre agradecido cuando supe que había creado el primer ´software` de correo electrónico. Él adoptó también el símbolo de la arroba –@– y desarrolló igualmente el actual estándar de relleno de los campos que se encuentran en todo ´e-mail`. Valoro estas aportaciones y me alegro de conocer su autoría. Porque… ¡me gusta este utilísimo servicio digital! Disfruto en especial cuando lo uso para enviar y recibir mensajes al estilo de las cartas de toda la vida, pero sin el engorro de éstas.

Es una delicia escribir con la comodidad e inmediatez del ordenador, sin tener que ir a la oficina de correos ni dilatarse la recepción del envío. La variante digital de la clásica correspondencia postal no priva a ésta de su cometido esencial como “valioso invento en la historia de la humanidad”, según la calificó Pedro Salinas (1891-1951). Gracias a la generalización de esta nueva e invisible red de relaciones en el cuerpo de la humanidad, se han salvado desde entonces innumerables vínculos de afecto humano y se han transmitido altas y delicadas funciones que antes se perdían. Y todo ello se logra con la ubicuidad del ánimo que otorga la carta, por lo que “el asistir con nuestra alma acá, donde estamos, y allá donde otra persona de nuestro afecto nos lee los pensamientos, es magna conquista”.

Pero, aunque el propósito moderno de la correspondencia postal es eminentemente utilitarista, desde una perspectiva antropológica encuentra su razón de ser en la primordial necesidad de comunicación y en el intento de poner remedio al aislamiento y la soledad humana. Es por ello que aquel ilustre miembro de la Generación del 27, en su libro El defensor, dedicó un erudito y lírico alegato a favor de la carta como manifestación de la vida del espíritu en su recogimiento y meditación.

El carteo ansía exteriorizar mediante palabras escritas la plena realidad de nuestro estado interior. Al ser el lenguaje la herramienta de comunicación por excelencia, la misiva sitúa a los interlocutores en la dimensión de inmaterialidad propia del lenguaje, de modo que, por poco pensada que esté, una carta escrita es un acto de conciencia, expresión de la calidad espiritual y humana de quien la redacta.

“Escribir –sostuvo el egregio profesor de lengua y literatura española– es cobrar conciencia de nosotros. Hombre que acaba una carta sabe de sí un poco más de lo que sabía antes; sabe lo que quiere comunicar al otro ser. El primer beneficiado por una carta puede serlo el que la escribe, en cuanto que le asiste en el conocimiento de sí mismo. Cabe considerar la correspondencia como una deliciosa educación, que, aparentando no serlo, nos instituye sobre muy principales materias… La carta actúa como luz, porque luz es el verbo”.

Estos perfiles evocados por el prestigioso humanista madrileño nos ofrecen una muestra de la relevancia de esa pequeña pieza literaria que es la carta, crónica de las más diversas realidades personales y depósito documental de una época. Ser conscientes de su riqueza y saber que todo ello se puede hacer ahora a golpe de ´clic`, no es algo baladí. Máxime si se tiene presente que, en las últimas décadas, la correspondencia postal había llegado a ser minoritaria y se corrió el riesgo de la desaparición de la literatura epistolar. Gracias a la difusión masiva del correo electrónico se ha evitado este hecho.

 Más aún, esta nueva tecnología ha transformado la situación hasta el punto de multiplicar insospechadamente el uso de la misiva y lograr su crecimiento exponencial. No me extraña que Ray Tomlinson recibiera, en 2009, el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica. Pero, si, como ingeniero, fomentó el avance imparable de Internet, al convertir el correo electrónico en un instrumento de uso cotidiano utilizado cada vez por más gente, sus trabajos revolucionaron también el mundo de la comunicación. Tomlinson propició que, en estos momentos, seamos en el mundo varios miles de millones de usuarios los que estemos deseando cada día que llegue el momento de poder enviar o recibir un nuevo ´e-mail`.

10 comentarios en “‘Revolución epistolar’, por Pedro Paricio

  1. Admirado amigo:

    Excelente elogio de la correspondencia, que también se puede extender a las entradas de su blog, que sus lectores esperamos con interés, y que amplían el horizonte de aquella y establece inesperadas relaciones.

    Un cordial saludo.

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    • Muchas gracias por su comentario. Me alegro de que le sean de interés mis colaboraciones en el blog, cuya existencia debemos todos a José Iribas. Un cordial saludo. PPA

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  2. Si, resaltar este hecho de forma además tan bien escrito da gusto, porque Se está utilizando precisamente el medio que se alaba. Y aunq se refiere el artículo sobre todo al correo más bien tipo epistolar, ciertamente también se incluye los mensajes, escritos, etc. como el articulo del propio autor que puede haber escrito esta preciosa reflexión sobre el correo electrónico igual hace unos días o ayer o hace unas horas; y, además no solo sé lo ha enviado a un amigo digo que ha llegado a quienes al leerlo se inicia o hace crecer la amistad con el autor . Así que ¡gracias!

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    • Muchas gracias por su amable comentario. También usted ha sabido aprovechar muy afectuosamente las inmensas posibilidades que permiten estas nuevas tecnologías de la comunicación. Un cordial saludo. PPA

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  3. Interesante artículo en el que se cantan las excelencias de lo que es el correo electrónico, medio de comunicación imprescindible para esta nueva sociedad, alentada por la prisa y la inmediatez.
    La correspondencia epistolar clásica sigue aventajando al correo digital, porque, en ella, se plasma la impronta del remitente, más aún, si ha sido manuscrita; pero, no nos engañemos, actualmente, tiene valor museístico y es poco compatible con el tráfago de la vida actual.

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