‘Todas las pompas son fúnebres’, por Pedro Paricio

Funerales. Benlliure. Escultor
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A lo largo de 2022, Valencia y Madrid han celebrado el ´Año Benlliure`. Una doble efeméride se ha conmemorado: el 160 aniversario del nacimiento del genial escultor y el 75 de su muerte. Visitas guiadas, itinerarios interactivos, conciertos, conferencias, exhibiciones, intervenciones de restauración de buena parte de sus obras urbanas… son algunas de las actividades dedicadas al recuerdo de Mariano Benlliure Gil (1862-1947) durante esta anualidad que pronto va a terminar.

Miembro de una afamada saga de creadores –cuya influencia se extiende desde hace 130 años hasta nuestros días–, fue un artista muy precoz y de vastísima producción. Sólo las calles y plazas de las citadas ciudades son ya buena muestra de su ingente actividad escultórica. Ampliamente galardonado en exposiciones internacionales y reconocido por prestigiosas instituciones nacionales y extranjeras (director de la Academia de España en Roma y del Museo de Arte Moderno de Madrid, así como Director General de Bellas Artes), tras su fallecimiento en la capital de España, sus restos mortales fueron trasladados con todos los honores a la capital del Turia, reposando junto a los de sus padres en la misma tumba.

Siguiendo el recorrido aprendido en mi infancia, cada vez que visito el cementerio del Cabanyal, de camino a nuestro nicho familiar me detengo en la sepultura del insigne valenciano. Lo hago instintivamente con el preciso ritual con el que mi padre me llamaba la atención desde pequeño para que la presencia del artista no me pasase desapercibida. En mi última estancia en este camposanto, al llegar a la altura de su lápida, me paré –como siempre– ante ella y, de improviso, asaltó mi mente la evocación de otra escena fúnebre ligada al ilustre escultor: la del monumento funerario al matador de toros José Gómez Ortega ´Joselito`. Tuve ocasión de contemplarlo, a comienzos de la década de los años 70 del pasado siglo, en el Museo Provincial de Bellas Artes de San Carlos de Valencia.

Este mausoleo es el original del que, en bronce y mármol, se instaló en el cementerio de San Fernando de Sevilla, provincia en la que nació el torero. Recuerdo que, entonces, me estremeció la solemnidad con que Benlliure representó la secuencia del sepelio del afamado andaluz. Se trata de una obra de grandes dimensiones compuesta por un grupo escultórico de veinte figuras de tamaño natural, en la que ocho hombres, seis mujeres y cinco niños –con magistral expresión infantil y sorprendente movimiento– acompañan el féretro descubierto donde yace el difunto Joselito. Con blancura cadavérica, su cabeza reposa sobre una pequeña almohada, mientras parte de su cuerpo se halla oculto por una tela colgante sobre el ataúd. Una pequeña imagen de la Virgen, ramos y coronas de flores –portadas por el luctuoso cortejo de campesinos– completan el costumbrismo detallista y vivaz con el que el nervioso modelado del escultor dejó la impronta de su naturalismo prodigioso.

Frente al boato de este artístico sepulcro y el de otras grandes creaciones funerarias que Benlliure realizó para destacados personajes de la época –como los mausoleos de Blasco Ibáñez, Canalejas, Dato, Gayarre, Sagasta…–, su tumba personal en Valencia resulta de entrañable, meditada y decidida modestia. Sólo consta de una sencilla cruz tendida sobre la lápida y unos altorrelieves con las cabezas de sus padres –con quienes comparte la sepultura– y su propio busto, que en su día diseñó expresamente para este fin.

¿Qué sugiere esta antítesis? Con tan llamativo contraste parece como si Benlliure, ya en su madurez, después de saborear la gloria artística y obtener el triunfo profesional, quisiera dejarnos el mensaje de que, al volver la mirada hacia el pasado, después de una existencia dedicada a alcanzar un deseo tras otro, nada permanecerá salvo la obra bien hecha. El resto es pura vanidad: deformación de la realidad de una vida en la que las pompas son irremediablemente fúnebres. Si esto es así siempre –de modo que todo pasa y nada material quedará de este mundo presente–, resulta inútil el intento de asirse a las cosas que se acaban y emplear la vida en su necia fatuidad. ¡Cuánto más absurdas y fúnebres resultarán, pues, las pompas propiamente fúnebres…!

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6 comentarios en “‘Todas las pompas son fúnebres’, por Pedro Paricio

  1. La famosa frase bíblica «por sus obras los conoceréis» fue, al parecer, el acertado lema de vida de Don Mariano Benlliure.
    El artículo es una interesante reflexión sobre la preponderancia de aquella «vida de la fama»-mencionada por Jorge Manrique, en «Las Coplas a la muerte de su padre»-sobre la banalidad de los bienes temporales, como también nos exhorta aquel gran poeta del siglo XV.

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