
En pleno siglo XXI, en una guerra cruel y llena de sufrimiento, los medios de comunicación y la facilidad de uso de las redes sociales nos hacen vivir muy de cerca, y muchas veces con considerable desapego, lo que ocurre a miles de kilómetros.
Cientos de miles de familias ucranianas se han visto obligadas a huir para vivir. Miles de familias están llorando la muerte de seres queridos y muchos se ven forzados a dejar su casa y su familia…
Nos ha golpeado el alma y lo sentimos muy cerca. La respuesta solidaria de tantísimas personas en nuestro país ha sido maravillosa. Gracias. Aún así, la respuesta que damos desde aquí a otros conflictos bélicos y civiles, por desgracia no es la misma, aunque este tema, es “harina de otro costal”.
En medio de esta dantesca situación, ha vuelto a salir a la luz y hemos revivido con horror la situación de muchas mujeres ucranianas que, obligadas por situaciones sociales o familiares, alquilan su cuerpo, para criar y engendrar a un hijo por encargo, como el que reserva y prepara un pedido a través de internet.
Una actividad que, por otro lado, no es legal en España, ni Francia, ni Alemania, ni Italia…, aunque en algunos casos, como es el caso de España, hay un «agujero legal» que permite de facto la legalización de los menores nacidos por gestación subrogada fuera de nuestro país. Un espacio que permite argucias con el mismo desenlace fatal.
Hace poco, en TV3 se “blanqueaba” esta situación, mediante una entrevista a una pareja “compradora”. Sin querer faltar al respeto y desconociendo el motivo que les llevó a tomar esta decisión, podíamos escuchar frases de la madre compradora como: “nuestra gestante”, “nosotros ahora estamos de 33 semanas”, “no se le recomienda que salga del país”, “esperando que nazca nuestra hija”…
No todo aquello que es técnicamente posible es éticamente correcto.
¿Dónde está la dignidad de la mujer? ¿Y el valor de la vida humana? Algunos pontifican que ahí está la evolución de la civilización, pero ya me perdonarán, más que civilización es barbarie, la vuelta a la esclavitud anterior al siglo XIX, eso sí, según algunos ‘una civilización moderna y progresista’.
Mercantilizar este tipo de actividades es tan absurdo como plantearse guardar el ticket o contrato por si algo no sale bien en el alquiler/compra. ¿Qué opción tiene? ¿Devolver el producto? ¿cambiarlo por uno nuevo? Por favor…
No olvidemos a la inmensa mayoría de expertos en bioética en este serio debate sobre el tema y cómo el Tribunal Supremo nos recuerda que los vientres de alquiler «explotan» a las mujeres gestantes y «cosifican» a los niños.
Aun así, algunos sectores más liberales o de ‘progresismo’ desmesurado y mal entendido lo siguen defendiendo.
Este es un problema actual, que deberíamos coger con brío y decisión política. De igual modo, como otros grandes temas de este ámbito que no debemos olvidar: facilitar los mecanismos de adopción, cómo incrementar la tasa de natalidad (que en nuestro país ya está por debajo del 1,20 hijos por mujer, cuando el valor estimado de reemplazo suele estar en el 2,1), incrementar las ayudas a familias y sobretodo a las familias numerosas…
Movámonos y actuemos, teniendo en cuenta, como dice Carlomagno, que “la acción es mejor que el conocimiento, pero, a fin de hacer lo correcto, debemos saber lo que hacemos” y parafraseando a Julia Navarro: “respeto a los hombres no por las batallas que hayan podido ganar sino por las causas que defienden”.
Alex Porqueras – @aporqueras
Un tema super complicado… Pero por todas las cosas negativas que esto conlleva. No solo morales, también emocionales para quien presta su vientre, se dice que muchas mujeres quedan trastornadas emocionalmente después de dar a luz, ya que han creado un vinculo sentimental con el bebe, en algunas ocasiones ya ni lo entregan, pero en los que sí, las madres biológicas sufren a montones por entregar un bebé que les costo a ellas llevar en su vientre…
Entiendo las razones que orillan a las mujeres a aceptar estos «convenios», pero no acepto que se realicen, ya que le veo más cosas negativas que positivas.
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