Gracias

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Hoy damos la bienvenida en Dame tres minutos a un nuevo amigo: Rufino Lasaosa

Conocí a Rufino (prácticamente de vista) hace ya años. Posteriormente, tuve ocasión de leer uno se sus posts: en concreto, este que he vuelto a repasar (y que constato ha actualizado). Me llamó la atención, junto a su contenido, la sencillez de su escritura, limpia, clara. Y consideré que, en este blog abierto a todos, era interesante ‘escuchar su voz’: para pensar, para compartir, para matizar, para debatir… para crecer.

Rufino nos ha hecho el regalo de aceptar la invitación y escribir  este post para ti, para mí, para todos. Quizás nuestra mejor respuesta -más si cabe, si tenemos en cuenta lo que decíamos en una de nuestras anteriores entradas– sea la del propio título que él mismo ha querido dar a su post:

GRACIAS

Doy las gracias a José, por su amable invitación a escribir en su espacio. No solo por aquello de que «es de bien nacido ser agradecido», sino porque la mera invitación, el que alguien piense que tienes algo interesante que decir, siempre es de agradecer.

Entiendo el agradecimiento no solo como una forma o fórmula cortés, de buena educación, sino como una auténtica forma de vida. Todos tenemos mucho que agradecer a la vida, muchísimo, y el darte cuenta de ello —y hacerlo— es algo que nos ayuda a vivir mucho más felices, menos estresados, más conscientes de quiénes somos y dónde estamos.

Hoy parece que la felicidad es un bien escaso. Abundan el estrés, la frustración, la ansiedad, incluso el odio. Prestamos más atención a lo que creemos que nos falta que a lo que efectivamente hacemos, tenemos o somos.

Quizás todo ello sea porque vivimos tiempos revueltos, extraños, de cambios radicales. Basta echar la vista atrás quince o veinte años para darnos cuenta cómo ha cambiado el mundo, las personas y las formas de comunicación y de relacionarnos. No estamos en una era de cambio, sino asistiendo al excitante momento de un cambio de era. El mundo nunca más será lo que fue.

Todos estos cambios provocan, a su vez, cambios importantes en las personas, en su mentalidad y su forma de ver el mundo. Cambios de valores. Ni buenos, ni malos —en principio—, hasta que no contemos con la perspectiva histórica suficiente como para verlos en su conjunto y apreciar sus efectos.

Dentro de estos cambios uno de los que más me sorprende, y no para bien, es ver cómo hemos pasado de una mentalidad de obligaciones a una de solo derechos. ¡Todos tenemos derecho a todo! Y «papá Estado» —un monstruo insaciable— tiene la obligación de proveernos de todo.

De forma absolutamente irresponsable estamos cediendo la autonomía personal a favor de un monstruo burocrático sin otro sentimiento que el de la propia supervivencia. Estamos permitiendo que nos anulen como personas. Nos estamos convirtiendo en seres débiles, dependientes, entregando nuestras vidas y mentes a unos organismos a los que, en el fondo, no les importamos lo más mínimo… más allá de pagar impuestos; eso sí que les importa, sí.

Exigimos derechos, nos centramos en lo que nos falta, en vez de mostrar agradecimiento por lo que hacemos, tenemos o somos.

A menudo pienso que el momento que estamos viviendo tiene muchas similitudes con lo sucedido hará unos mil quinientos años: la decadencia y caída del Imperio Romano. ¡Cuántas similitudes hay! Y la Historia (con mayúscula) se repite cuando la olvidamos.

Y cuánto me gustaría equivocarme.

Aún con esta visión que puede parecer negativa y algo catastrofista, estoy tremendamente agradecido por estar viviendo este momento.

He tenido la gran suerte de vivir —y contribuir, en ocasiones— el paso de la televisión en blanco y negro y un solo canal (nota para los más jóvenes: sí, es cierto, hubo un momento, no hace mucho, en que solo teníamos un canal de televisión, y era en blanco y negro), a la era de Internet; del 600 (sin aire acondicionado, ABS, EPS, GPS, y todas las ‘S que quieras), a los coches autónomos; de las centralitas telefónicas a las que tenías que llamar y pedir «una conferencia» cuando querías hablar con otra población, a la era de los teléfonos móviles ‘inteligentes’.

Algo grandioso, excitante, y que no deja de ser la puerta de entrada para todo lo que vamos a ir viendo en los próximos diez o quince años, y que iremos incorporando a nuestra cotidianeidad.

Por todo eso, agradezco el momento que estoy viviendo. Como agradezco sinceramente y con entusiasmo la suerte de vivir donde vivo, rodeado de las personas que me rodean. Agradezco el trabajo que tengo, que no solo me mantiene, sino que me permite aprender todos los días. Agradezco contar con un ordenador, una conexión a Internet, un espacio de trabajo y unos dedos ágiles que me permiten transcribir ideas, sentimientos y emociones. Y procuro expresar mi agradecimiento todos los días.

No solo por las grandes cosas, sino por las más simples. Así, hoy agradezco este día tan bonito que tenemos —un cielo azul precioso, una temperatura agradable—; agradezco disponer de este rato para escribir; agradezco lo bueno que estaba el café esta mañana en el desayuno; agradezco el agua caliente de la ducha. Agradezco todas las pequeñas cosas que veo, hago o siento.

Agradecer es una forma de tomar consciencia plena de todo lo bueno que somos, tenemos o hacemos. Da igual a quién expreses tu agradecimiento: a Dios, si eres creyente, a un Santo o Virgen de tu devoción, al universo, a la consciencia global… Lo importante es expresarlo claramente.

El agradecimiento continuado, constante, es un camino óptimo para día a día ser mejor, crecer como persona, sentirte en paz contigo mismo y con los demás. En definitiva, para ser más feliz. Felicidad que irradiarás a tu entorno, y harás algo más felices a los demás.

Agradecer supone un cambio de actitud; y cuando tu actitud cambia, todo cambia. Aquello en lo que centras tus pensamientos, tus emociones, se expande, invade tu vida. Si te centras en lo que te falta, serás infeliz; si te centras en lo bueno que haces, tienes o eres, serás más feliz.

Pruébalo… con constancia, eso sí. Y luego me cuentas.

Agradezco que hayas llegado hasta aquí, desconocido lector. Agradezco tu interés, así como agradeceré tus comentarios.

 

14 comentarios en “Gracias

  1. Genial! Totalmente de acuerdo. Agradecidos para ser felices( fijándonos más en lo mucho que tenemos y no en lo que nos falta o….creemos que nos falta)
    Y felices para hacer felices a los demás: familia, amigos, colegas y…cualquier persona que pase a nuestro lado.
    Gracias por recordar esto tan importante. Agradezco tu post y lo reeleré cuando se me «nuble la vista»

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    • Muchas gracias por tu comentario, Belén. Agradecer nos hace más felices, porque centramos la atención en todo lo bueno que nos pasa. Y cuando centramos la atención en un pensamiento o un sentimiento, notamos como se expande y cada vez es más poderoso. Una rueda que se retroalimenta y día a día nos hace crecer como personas y estar mejor con nosotros mismos y con los demás.

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  2. Gracias por recordarnos qué precioso es AGRADECER y qué poco cuesta. Basta con tener la mente y el corazón abiertos para descubrir cuánto bueno tenemos en la vida, casi sin darnos cuenta.
    Para mí, desde hace mucho tiempo hay dos palabras que considero imprescindibles en la vida para ser persona feliz: GRACIAS y PERDÓN.

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    • Gracias por tu comentario, Inmaculada. Agradecer no cuesta nada, es gratis. Y no solo agradecer a las personas, sino a Dios o a aquello que constituya la creencia más íntima, por todo lo que nos es dado en esta vida, tan corta, y tan maravillosa.
      Abrir el corazón y la mente a todo lo hermoso que nos pasa y nos rodea es fuente de satisfacción y felicidad.

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