Hace varios días me topé en la edición digital de El País con un elogio en toda regla al libro en formato papel. Todo empezó, así, por la Carta al libro viejo, de Alberto Bejarano.
La leí de un tirón; dejé el ordenador y me levanté como activado por un resorte. Me acerqué hasta la estantería del salón.
Allí estaba, descansando, mi libro.
Acaricié sus arrugadas tapas. Ambas cubiertas, de pergamino de piel de cordero, evidenciaban restos de haber contado con sus correspondientes lazos: uno en la parte superior y otro en la de abajo. Como si el encuadernador hubiera pretendido que se pudiera sujetar el relato. Quizás para evitar que, en un descuido, se escapara cualquier fecha, cualquier personaje.
Era la Historia de la Ciudad de Tafalla, la mía, dispuesta -en el Año de 1766– por el R. P. Fr. Joachin de la Santifsima Trinidad.
Una vez más, le eché un vistazo. Encontré, por cierto, entre sus páginas un viejo billete, de cuando pagábamos en pesetas. ¡Para que luego algunos digan que leer no enriquece!
Ya que hablamos de dinero, te confieso que disfruté leyendo, bajo el título Tassa, y privilegio, cómo por Acuerdo del “Real, y Supremo Consejo de efte Reyno de Navarra” se concedía al autor “facultad para que por tiempo de feis años, pueda vender el expreffado Libro, y à feis maravedís el pliego”. Así rezaba la certificación firmada en Pamplona el “veinte y fiete de Junio de mil fetecientos fefenta y feis”.
Merece la pena el Prólogo al Lector.
El preámbulo de tan antigua obra encaja bien –casualidades de la vida- con el espíritu de este blog del siglo XXI. Y te garantizo que el prologuista y yo no lo habíamos hablado.
Mira lo que advierte:
“Curiofo Lector: He efcrito efta Hiftoria laconica, y fucintamente, porque no le falte el miembro de la brevedad; y porque efcribirla con latitud, y extenfion, fería un Procefo infinito mas para moleftarte, que para entretenerte; y como afpiro a lo fegundo, he dejado follage de accidentes, prefentandote la fubftancia de la materia, que he llevado por afunto. Vale”.
Encontré más cosas en el ejemplar, de cuyo contenido no haré hoy mención salvo de una. La que, principalmente, motiva este post.
En el libro hay anotaciones a mano, incluso en la contratapa.
Las primeras, en el inicio de sus páginas interiores, proceden de 1815. Hoy, sin embargo, quiero hablarte de las del siglo pasado.
Si uno de sus propietarios escribió a pluma, en sus primeras hojas, “De José Ramón Iribas” (¿pensaría prestarlo?), alguien adicionó posteriormente –es otra la tinta y la caligrafía- “y hoy, octubre de 1905 de Jesús Mª Iribas”.
Le sigue con otro trazo: “Hoy, 3 de septiembre de 1910 de José Iribas” (mi abuelo paterno).
Y añade después, en letra de su viuda –la abuela Eusebia-, “Hoy, 21 de septiembre de 1967 de Nicolás Iribas Ros”.
Un año y tres días antes de su fallecimiento, fue precisamente Nicolás, mi padre, quien me lo regaló. Me escribió con ocasión del último cumpleaños que pudimos celebrar: “Hoy, 27 de octubre de 1994, de José Iribas Sánchez de Boado”. Viví con emoción la entrega… ya entonces le sabíamos enfermo.
Y es así que vino a parar a mi biblioteca este antiguo libro que tanto aprecio.
Habré de seguir, sin duda, esta “cadena de transmisiones” ya centenaria.
Cada nueva entrada que leo me faltan palabras que transmitan fielmente lo que pienso de ella. Ésta no ha sido una excepción.
De ella destacaría el estilo «intimista», «entrañable» «cercano» que atrae poderosamente la atención y te invita sutilmente a que la leas. Signos estos diferenciales, entre otros, de este blog, que tanto ha aportado, aporta y seguirá aportando con las futuras entradas que se publicarán en él.
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Muchas gracias, Begoña. La verdad es que he dudado mucho si publicaba o no la entrada. Era un «trocico» de mi corazón. Pero finalmente he decidido que mis lectores también merecían que les invitara al salón de mi hogar… Ese «hogar», de fuego, de hoguera, de chimenea, donde cálidamente uno comparte con los suyos, con sus amigos, entre éstos con sus lectores… momentos de cercanía personal. Un abrazo
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Gracias Jose, cuan bellas son siempre los Tres Minutos de tu edición. Me encanta eso de que había dejado un billete… dentro del libro que tan pronto lo interpretaste con lo de leer enriquece. !!!
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Muchas gracias, Nilda! Y claro que enriquece leer… Aunque también escribir. Desde que yo lo hago, por ejemplo, estoy conociendo muchos nuevos amigos de muy diversos países! Mil gracias por tus palabras!! Un saludo muy cordial
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Ese libro….es historia……….forma parte de lo que tú eres…..un poso que sedimenta …como tú bien dices un trocito de ti.
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Lo tengo muy claro, sí. Como que «tendré que pasar el testigo». Muchas gracias por comentar. Feliz día!
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Una vez más me he emocionado al leerte. La sensibilidad y el aprecio por algo tan sublime como un pueblo, unas palabras, unas firmas… Es parte de tu vida, de un legado familiar y, que nuestros jóvenes sepan el valor y la esencia de esas pequeñas grandes cosas que hacen con que esa tan grande y valiosa institución siga y que para siempre sea la mayor valorada.
Un saludo y muchas gracias!!!
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Me ha encantado tu comentario. Me parece muy valioso poder leer cosas como las que has escrito, Marcí. Muchas gracias por tus palabras y feliz día!
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Un relato sencillamente cautivador, lleno de emotividad y encanto. ¡Tienes madera de escritor, amigo! Me ha encantado leerlo.
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Muchas gracias por tus palabras de amigo, Luis. Disfruta de las vacaciones! Un abrazo grande!
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Gracias x compartir, el amor de familia, de sus raíces en la lectura, con razón cada que le leo, el tiempo se me va volando aún cuando hay tiempo para la reflexión y la empatía en el sentimiento del autor, saludos desde México!
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Muchas gracias, María. Las pequeñas cosas, las cotidianas, valen mucho. Aunque no siempre las valoramos debidamente. También los detalles o gestos sencillos de quienes nos rodean. O la intención con que los hacen. En el blog trato de poner en valor el «brillo» de la vida cotidiana más que los diarios titulares de «sucesos» de los informativos. Aunque no rehuyo estos últimos cuando veo que merece la pena comentarlos. Me alegra que te guste el blog. Lo escribo pensando en quienes lo leéis… Un saludo muy cordial
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Como el autor, que aspiraba a entretener al lector, tú también lo consigues.
Poe otro lado, no es del todo cierto eso de que te damos 3 minutos. Quizás los minutos nos los estás regalando tú: ¡gracias!
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Muchas gracias, José. Dicen que el tiempo es oro. Así que le podemos sacar brillo si lo empleamos bien. En este caso, me entregáis 3 minutos y yo… algunos más (lo que me cuesta elaborar los post), pero lo disfruto y creo que invierto bien ese tiempo.
Además, en este caso… me encontré un billete en el interior del libro! Doblemente afortunado…
Buen fin de semana!! Y mil gracias por tu comentario!
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Muy personal José, y muy emotivo. Esa cadena de tiempo, de historia y de familia. No es un libro. No es sólo un libro, es mucho más. Al igual que este post, no es solo un post. Es, como todos, mucho más.
Buscaremos ese libro especial… Que bien podría ser un blog especial… ¿O no?
Un abrazo
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Muchas gracias, David! El mío tendrá que ser un libro! El que me entregó mi padre… Bonito comentario!! Un abrazo
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Emocionante relato José. Gracias por compartir algo tan personal. Como bibliotecario y lector tan sólo puedo añadir que se suele pensar en los libros tan sólo como un instrumento, un medio, un mero soporte…, nada más lejos de la realidad … Con tu artículo ayudas a descubrir que, además, son portadoras de alma. Saludos cordiales.
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Muchas gracias por tu comentario tan amable. Desde luego que son portadores de alma. Lo sabes bien, según deduzco no solo de tu comentario sino de que eres «Contramolinos». Tengo un par de post en el blog que te pueden interesar especialmente. Uno es «Leemos en pareja» y el otro «Leer te da alas». Espero que los disfrutes. Aquí tienes un amigo. Un saludo muy cordial
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Gracias a ti, José. Desde luego leeré los posts que me indicas. Un abrazo. Jorge.
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Otro para ti! Qué bonita profesión tienes. Y qué importante para ayudar a contar con una sociedad con capacidad de análisis crítico, formada, comprometida, sensible…
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Un artículo tierno, cálido y entrañable, como tú. Voy a seguir tu consejo. Yo guardo como oro en paño el diccionario Salvat («enciclopedia del saber humano») y la Historia de España siglo XIX, libros de 1902 que fueron propiedad de mi abuelo. Lástima que a nadie de la familia se le ocurrió firmarlos…
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Muchas gracias, Edita! Siempre hay un primero. En este caso, te toca a ti. Piensa cómo lo abrazarán (espero que no acabe en un museo) en el s. XXII. Piensa en cuántos niños actuales no han visto una gallina en su vida. Cuando yo era pequeño, en Tafalla, las veía por muchos lugares…
Que vuele el libro con sus alas de papel y perdure a lo largo del tiempo! Abrazos
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Emotivo. Sin embargo, si pretende ser una defensa del libro en papel frente al digital, es débil. La historia que cuenta es singular, y porque es singular no tiene una relación directa con el libro en papel. Podría ser la historia de cualquier otro objeto. El destino de cualquier libro físico es, generalmente, pudrirse en bibliotecas privadas donde, con suerte, alguien se lo ha leído.
En contra de lo que se pudiera pensar, el libro digital no tiene por qué estar exento de poesía. Basta observar el maravilloso proyecto Scriptorum, marco de la elaboración de libros digitales con el máximo mimo y como producto de historias tan pintorescas como la que nos cuenta esta publicación, para ponerlos a disposición de millones de personas al que jamás habrían tenido acceso de otro modo. Mi libro, el que he pasado horas y horas editando durante semanas (porque no surgen por generación espontánea, no), puede leérselo, hoy, un adolescente de un pueblito hondureño; dentro de dos años, un cuarentón macedonio que está aprendiendo español (no me resisto a mencionar que, estando un año en México, me topé con un libro editado por mí en el ordenador de un amigo; él no tenía ni la más remota idea de ello). Etcétera. ¡Eso sí que es pasar de mano en mano!
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Estimado Pablo,
Muchas gracias por tu comentario.
Como podrás constatar por mi actividad profesional, no solo no tengo nada en contra los contenidos digitales sino que -efectivamente- soy bien consciente de que facilitan que -por ejemplo la formación universitaria- «llegue» a lugares y a personas que, en otro caso, no podrían acceder a ella.
Sí que te digo que en mi vida privada leo libros en ambos formatos y, en mi ocio, en general disfruto más haciéndolo en papel. Pero sobre gustos no hay nada escrito (esta frase creo que no es real… pero me entiendes). Y si quieres, añadimos: y toda regla tiene sus excepciones.
La historia que se cuenta en el post es singular. Efectivamente podría haberse centrado en otro objeto, pero lo ha hecho -de puño y letra de cada firmante, en cada dedicatoria- en un libro (y no, por ejemplo, en una escultura). Un libro que narra la historia de nuestra ciudad por el que pasaron nuestros ojos y nuestras manos. Y, no lo dudes, nuestro corazón.
Esas raíces que se «hunden» en el papel y la historia en que ese papel/testigo ha ido siendo cedido- fueron el motivo principal del post.
De lo otro, podríamos hablar mucho. O quizás no tanto, porque coincidimos en más de lo que quizás he expresado y comparto una parte no desdeñable de tu análisis.
Feliz fin de semana. Un saludo cordial y bienvenido al blog.
José
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